Las cubiertas verdes no son algo nuevo; sin embargo, no ha sido hasta ahora cuando ayuntamientos y administraciones públicas se han puesto manos a la obra para comenzar a fomentar su uso en ciudades como Madrid. Después de años de disputas municipales, el Ayuntamiento ha aprobado un plan para cubrir de verde las azoteas de la capital. Este plan podrá ser aplicado sobre los más de 124.000 edificios de Madrid que no cuentan con una cubierta vegetal actualmente. Además, se incluye la concesión de incentivos económicos a los propietarios que decidan acogerse a él. Un avance, sin duda.
Las propiedades de las cubiertas verdes
Más allá de lo estético, este tipo de cubiertas tienen una serie de propiedades que, en un contexto como el actual, en el que las olas de calor son cada vez más potentes y recurrentes debido al cambio climático, las convierten en un recurso idóneo para renaturalizar nuestras ciudades, fomentar la biodiversidad urbana, mejorar la eficiencia energética de los edificios y disminuir el efecto isla de calor.
Lo primero es entender qué es una cubierta verde. En esencia, se trata de una superficie vegetal instalada sobre el techo de un edificio, diseñada para albergar vegetación y, en muchos casos, equipada con sistemas de drenaje, impermeabilización y retención de agua. Su instalación en nuestras azoteas no solo aporta valor ecológico y estético, sino que también ayuda a prevenir y mitigar los daños provocados por lluvias intensas, actuando como una barrera natural frente a las precipitaciones torrenciales.
Frente al cambio climático, convertir las azoteas en espacios vegetales es una medida eficaz con beneficios tangibles
En esta ocasión, queremos centrarnos en uno de los beneficios más relevantes de las cubiertas vegetales: su capacidad para reducir el efecto isla de calor, aquel que se produce cuando las zonas urbanas presentan temperaturas sensiblemente más altas que las zonas circundantes. Esto se debe en gran medida a la abundancia de superficies impermeables y oscuras (asfalto, hormigón, etc.), que absorben y retienen el calor.
Los centros urbanos, las zonas más afectadas
En el mapa de Madrid que podéis ver bajo estas líneas, observamos claramente la influencia benigna de las zonas verdes en las temperaturas. En términos de superficie, Madrid es una ciudad con profusión de jardines y zonas verdes, sin embargo, estas se encuentran altamente concentradas en grandes parques como el Retiro o la Dehesa de la Villa y en extensas áreas semisilvestres como la Casa de Campo. Es por ello que existen barrios y distritos que sufren especialmente el efecto isla de calor. En Malasaña, distrito Centro, concretamente en la Plaza del Rastrillo, se estableció en 2023 el punto más cálido de la urbe. En una ciudad como Madrid, cuyo almendra central cuenta con muy poco terreno edificable y, por tanto, poco espacio para nuevas zonas verdes, renaturalizar las azoteas es una manera eficiente de paliar ese déficit. Según un estudio realizado por el Centro Tyndall para el Cambio Climático, “se necesita un 10% más de vegetación en las ciudades para mitigar el efecto isla de calor”. Además, dicen los investigadores que “un metro cuadrado de cubierta verde ayuda a absorber 0,2 kg/año de partículas en suspensión del aire”.

El vetusto parque inmobiliario español adolece en la gran mayoría de casos de un aislamiento adecuado, lo que se traduce en una baja eficiencia energética, con el elevado gasto en climatización –tanto en invierno como en verano- que esto supone. Más del 80 % de los edificios fueron construidos antes de que existieran normativas de eficiencia, y muchos no han sido rehabilitados desde entonces. Esto provoca viviendas frías en invierno y calurosas en verano, con facturas energéticas altas y condiciones de confort deficientes, especialmente entre la población vulnerable.
En este contexto, las azoteas verdes también pueden ayudar a mejorar las condiciones de eficiencia energética de los edificios. Se ha demostrado que su implementación reduce la transferencia de temperatura entre el exterior y el interior del edificio, reduciendo el calor excesivo en verano y minimizando las pérdidas de temperatura en invierno. Además, según la Guía de azoteas vivas y cubiertas verdes del Ayuntamiento de Barcelona, pueden reducir la reflexión del sonido en hasta 3 dB y mejora el aislamiento acústico hasta 8 dB.
Las cubiertas verdes son mucho más que un recurso paisajístico. Su introducción en nuestras ciudades responde a una necesidad urgente de transformarlas en entornos más saludables y eficientes. Frente al cambio climático, la pérdida de confort térmico en los hogares y la creciente contaminación urbana, convertir las azoteas en espacios vegetales es una medida eficaz con beneficios tangibles.